sábado, 27 de abril de 2013

Ojos al cielo

Hola,

Que raro es escribirte pensando con la idea de que nunca leerás esto, pero es mi forma de decirte todo lo que he sentido desde que te fuiste.
¿Sabes? Desde que nos fuiste te he sentido cerca, en mis aciertos y en mis errores, que bueno, tu y yo sabemos que son más los segundos que los primeros; pero aún, nunca me has dejado, y de todo corazón espero que nunca me dejes.
No es tan fácil asimilarlo, créeme, el hecho de irme de viaje y no verte, escucharte, y al final del día despedirme, esperando volverte a ver. O ver esas fotos viejas donde estás cargándome en mi bautizo, y esas fotos no tan viejas donde te puedo abrazar de lleno con mis brazos, incluso teniéndome que inclinar porque crecí y tu estabas muy chaparrita. Tantas cosas que vivimos, cuando me decías que allá arriba tenían un plan para mi mientras estaba en muletas, o cuando me llamaste cuando me aceptaron en la universidad, o desde antes, las navidades juntos, los intercambios de bromas, insisto, tantas cosas.
Ya pasaron algunas semanas desde tu noticia, y sé que no dejó de pensar cuando me despertaron en la madrugada con esa noticia. Y de inmediato, la última vez que nos vimos. Navidad, me acuerdo que lleve a mi hermana muy tarde y tu estabas furiosa.

De cualquier forma, creo que no sobra decirte cuanto te extraño, tu lo sabes, y no pasa el día que no me acuerde de ti, y quiero esperar que no pasará. A la semana siguiente de tu partida, tuve una construcción en TECHO, sobra decirte que estaba dedicada para ti. Seguía con la pierna amolada, pero aún así me puse terco y me subí a la estructura del techo, quería estar lo más cerca de ti, la mirada siempre hacia arriba, los ojos al cielo. En el momento que inauguramos la casa, mi cuadrilla y yo, pude sentirte a mi lado, sujetando mi brazo, estando los dos juntos. Me saca lagrimas el hecho de pensar en ese instante. Creo que es mi manera de rendirte homenaje, dedicando a tu memoria lo mejor que hago en este presente.

Para mi siempre serás la persona más valiente y dura que he tenido el gusto de conocer, no logro concebir que hayas peleado tanto tiempo contra esa maldita enfermedad, soportar tanto dolor y aún así cada que nos veíamos recibirme con una sonrisa, no lo concibo. Quisiera tener la mitad de fuerza de voluntad y perseverancia que tu tuviste, siempre salir adelante con tu vida, hasta el final. Tener esa alegría eterna, y ese sentido del humor tan extenso. Y siempre luchar.

Quiero que recuerdes una cosa, en una forma tangible te has ido, pero vives, siempre vives en mi, todo lo que he aprendido de ti, trataré de vivir con tu ejemplo, tu entrega, y tu lucha a lo que te hacía feliz y amabas.

Hasta que nos volvamos a ver.
Siempre contigo, tu ahijado,

Juan Pablo.