martes, 29 de octubre de 2013

Carta Rosa

Un año.
Ya pasó un año desde esa tarde de lunes. Desde que me caí y me quebré. Y te valió que tuvieras que viajar de lado a lado de la ciudad, llegaste en taxi, e improvisaste una ambulancia de un taxi. Tu rostro no era de enojo, era de miedo, era de dolor; de ver a tu hijo roto e indefenso. Lo pasamos de todo en el hospital, desde que no me pudiste conseguir mis orejas de gato para lucir en Halloween, porque quería celebrar desde la camilla; hasta la tarde en la que realmente me puse mal y me bajaste la temperatura y hasta me cacheteaste para que no me fuera. Tu rostro cuando iba a la plancha, tus manos seguras, pero temblorosas. Vaya que vivimos de todo allí.

Luego vino el regresar a casa. Y por supuesto, tenías que ponerte al frente y ser la que me iba a curar durante todo ese rato. Y me parte pensar cuando me viste la herida por primera vez y comenzaste a llorar. Un hijo nunca debería hacer llorar a su madre. Te tragaste tu dolor y seguiste, de vendar bien al tercer, cuarto intento, a hasta querer relegar a las enfermeras cuando ellas me curaban. Verte compartir mi impotencia cuando aún no me querían quitar los clavos para que volviera a caminar.

Y volví a caminar, si me recuperé tan rápido puedo presumir que fue por ti. Era tu voluntad, tu terquedad y tu ímpetu de verme salir adelante, que realmente me hizo salir adelante. Y salimos, no fui solo yo. Eramos los dos.

Te digo, fue todo un madrazo este año. Mi pierna, y después mi madrina. No hay un solo día en el que no la extrañe, y sé que tu estás en las mismas.Y aún así, solo miraste hacia arriba y al frente. Realmente te admiro por eso. Eso es lo que te hace una mujer excepcional. Entre tantas cosas. El imponerte sobre los problemas, pero sin dejar de ser mamá. Sin andar llamando cuando el muchacho se va a Techo para preguntarle por su pie. Sin mandarle su whatsapp cuando se fue a Puerto Vallarta para ver como se sintió nadando con el pie.

Y ahora, casi de forma irónica, el otro niño se te golpea. Y no puedo dejar de pensar en que así me vi, no en ese nivel, pero así, y tu, dejando a un lado lo que hacías y a ir a curar. Déjame decirte, eso es un don. El dejar todo por ayudar a los demás es una virtud que algún día espero emular de ti.

Un año, vaya que año. El año en el que más aprendí, en el que realmente te valore, y en el que me doy cuenta de que la vida sin ti sería un suplicio. No hay palabras para realmente agradecerte este año, pero trataré.  Gracias por estar conmigo, contra viento y marea, de sacrificarte por todos, de tragarte el dolor y seguir adelante, de ayudarme a encontrar mi verdadera fuerza, de empujar mi voluntad, de contagiar el ánimo de servicio, gracias por ser mi piedra angular.

Doy gracias a la vida, por tener la fortuna de que seas mi mamá.

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